Un mundo roto, un mundo que desespera…
Si algo caracteriza al tiempo en que vivimos es la “rapidez”, todo debe ser ya, al instante, como por arte de magia, lo pido y aparece, donde tarde unos segundos, ya no sirve o al menos me pone nervioso. Nos desesperamos porque mi “celu” anda lento, o envio un msj y la otra persona no me contesta, ¡me desespero! Hay una frase de esas que decían las abuelas: espera, espera y no desesperes. La desesperanza es algo unido a esto, muchas veces nos “desesperanzamos” por no conseguir “ya” las cosas y olvidamos que el tiempo es el condimento esencial en la vida. Saber esperar, saber cuándo es el momento oportuno para dejar descansar la masa. Siempre es necesario el tiempo de la espera, del reposo, del descanso en manos de quien hizo todo, hasta Él, el último día descansó. Eso es la esperanza, saber esperar. Jesús muchas veces nos habló de esto, y sus discípulos no entendían. La pregunta del cuándo sugiere ese frenesí del ya y Él como siempre nos abría las puertas de la esperanza; el Reino ya, pero todavía no.
Desesperanza, una palabra cargada de significado para nuestros días, cuantos desesperanzados vemos día a día, en nuestros trabajos, en nuestras universidades, en nuestros amigos. Ya no espero, todo me va mal, son frases que escuchamos a diario y que muchas veces nosotros mismos repetimos. Nos frustramos fácilmente y perdemos de vista “la esperanza”. Salgo mal en un examen y ya comienzo a pensar en que: esto no es lo mio, pierdo de vista el horizonte, y me desespero, ya no espero, se me nublan las decisiones. Sin embargo a lo que Dios me anima es a la Esperanza, a ver ese “fracaso o frustración” como una oportunidad para seguir esperando y seguir profundizando a consciencia cuales son mis decisiones. Esperar y con grande ánimo, eso es Esperanza, animarme a vivir el tiempo, un tiempo donde todo tiene su razón de ser (eclo 3). Hay muchos que en la Biblia nos enseñan a luchar contra la desesperanza, Moisés es uno de ellos: esperando contra toda esperanza, su frase para seguir confiando en ese camino prometido por Dios. Andar, caminar, hacer, realizar, todo necesita que nos pongamos en movimiento, ese es el ejercicio de la esperanza. María, siempre confió y no se “desesperanzó”, siguió firme junto a Jesús y supo esperar, esperar la Resurrección.
Ojalá este Sábado Santo nosotros también sigamos el consejo de nuestras abuelas: espera, espera…. Y no desespera. Que recuperemos la esperanza para no desesperanzarnos y olvidarnos de vivir en plenitud.
Néstor Manzur, sj