¿No es un poco ingenuo decir que hay que ser soñadores o idealistas?… ¿Y no será mejor ser licenciados, joviales y colegas? ¿Es mejor ser distinto o ser lo mismo? ¿No es más fácil la vida sin quimeras, con los pies en el suelo y la imaginación a raya? Cuidado con la pasión, bienvenida la estabilidad. Y si hay que creer en algo, ¿no es mejor creer en lo que veo: triunfo, euros, competencia, belleza, seguridad, que en lo que se escapa: amor, riesgo, compromiso o incertidumbre?
Y, sin embargo, algo dentro de mí me llama a la locura, al sueño y lo imposible.
«Pues el mensaje de la cruz es locura para los que se pierden; pero para los que nos salvaremos es fuerza de Dios» (1Cor 1, 18). No es subirse a un trampolín y gritar para llamar la atención. No es hacer cosas pintorescas o chifladuras. No es ser un excéntrico, ni un necio. Es tener valores que uno intenta mantener, en el mundo en el que todo es relativo. Es no tragarse los mensajes que parece que hay que dar por supuesto: «Vive sólo para ti». Y en cambio intentar tocar el fondo de las cosas, dejar que te afecten de veras, aunque ello te suponga opciones arriesgadas. Es decir, con tus gestos y palabras, con tu vida, que crees en la humanidad como proyecto común, en el Reino de Dios como horizonte, en un Dios de tu misma carne y sangre.
Vivir no es únicamente conformismo o sensatez. No es nunca equivocarse, sino aprender. Vivir es imaginar alternativas y apostar por ellas. Es ser distinto, y risueño. Es reír y arriesgar, y tropezar, y caer, y levantarse, y llorar, y volver a reír. Es buscarte y amar, arriesgarse a saltar en el vacío. Es formular un ‘vamos’ antes que un ‘pero’. Es preguntar ‘¿cuándo?’ en vez de un ‘es que…’ Es no ir a rastras, sino tirar del carro, de tantos carros como necesitan quien los empuje. Es grito y pasión.
Vivir es la rutina capaz de seguir admirándose; silencio que canta; es la alegría capaz de asomarse a la eternidad.
PastoralSJ