Ver el sepulcro vacío

Resucitó de veras, mi amor y mi esperanza.

La meditación que quiero compartir con ustedes este primer domingo de pascua tiene que ver con ver. Así como sale ese juego de palabras. Quisiera invitarlos a aprender a mirar, a observar, a apreciar. Hace poco vi una película muy interesante además de simpática. Bellezas inesperadas es la traducción al castellano, Collateral Beauty, en su original en inglés. Esta película presentaba un cuadro muy trágico de un padre que había perdido a su hija, sin embargo la propuesta de la historia, es que a pesar de las tragedias que a veces conlleva la vida, bah, que siempre conlleva la vida, hay bellezas que no esperamos y aparecen, son consecuencia de la tragedia y ayudan a seguir caminando. Esto es un poco lo que yo quisiera compartir con ustedes con el Evangelio de hoy, sobre aprender a ver las bellezas inesperadas de la vida.

En el evangelio según san Juan podemos ver la escena en que María Magdalena, va al sepulcro el primer día de la semana, ve el sepulcro vacío, y va anunciar a Pedro y Juan que el cuerpo de Jesús no está. Es muy interesante en este relato en particular, ver los verbos originales que usa el evangelista san Juan para expresar la acción de ver. Pues en griego hay diferentes palabras para esta acción, y que se diferencian según desde donde uno ve. Ejemplo, uno puede ver desde los sentidos normalmente, esta mirada en griego es Blepo. También uno puede mirar desde el entendimiento, entendiendo lo que está pasando, esta palabra es Theoreo, y finalmente, uno puede mirar desde la fe, mirar con fe algo, esta palabra en griego es Jorao. San Juan usa estas palabras de manera deliberada, he ahí uno de los mensajes. Cuando María llega y ve el sepulcro vacío, el verbo es Blepo, María Magdalena mira solo con el sentido de la vista. Corre despavorida. Cuando llega Pedro al sepulcro “entró en el sepulcro y vio (theoreo) los lienzos en el suelo”, Pedro miró desde el entendimiento. Algo había pasado y había que descifrarlo. Sin embargo, cuando finalmente cuando entra el otro discípulo, “entro también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio (jorao) y creyó”. El otro discípulo vio con los ojos de la fe y esto le hizo sentir una seguridad interior de lo que había ocurrido aún en medio de la ausencia. La tragedia estaba aún rondando los corazones de los amigos de Jesús, el dolor y la descepción de algo bello. Sin embargo, ahí, en medio de tanto llanto, la mirada de la fe nos da una seguridad interior, ha resucitado.

Esta mirada no es irracional, tampoco es solamente desde la razón. Es una mirada que pasa por la razón, pero que va más allá de ella. Observa lo que no se ve desde los sentidos y esto le permite reconocer la resurrección.

En la vida muchas veces, en medio de las perdidas y de las tragedias, nuestra mirada se vuelve desoladora, triste, como la de los discípulos. Esto es humano, el dolor nos espanta, como a María Magdalena al principio. Sin embargo creemos en Jesucristo, creemos en la Resurrección. Y desde esta creencia, desde esta fe en la vida, estamos invitados a mirar también con el verbo Jorao. Mirar en medio de nuestras tragedias, la belleza que también va surgiendo, la sonrisas que siguen regalándonos amor, las manos que siguen brindando su amistad. Estamos llamados a reconocer la Resurrección en medio de la tumba vacía. Esta es una invitación que solo se alcanza con el abrazo misericordioso de Dios. Ojalá aprendamos a dejarnos abrazar por él esta Pascua y podamos decir como dice nuestra Secuencia de Pascua, “¿Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”

Amén!

Julio Villavicencio, sj

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