Del 7 al 14 de Julio, el Grupo Misionero “San Francisco Javier”, estuvo misionando en San José del Boquerón, Santiago del Estero. Uno de los misioneros, nos comparte su experiencia.
Y mientras íbamos en el colectivo hacia Boquerón, nos dimos cuenta que habíamos sido conducidos por Dios para estar ahí, y desde entonces, y a lo largo de nuestra estadía, nos fue invadiendo la Paz.
La paz como regalo, como fruto de poder abandonarnos a sus planes y sus tiempos, de disfrutar cada instante sin apuros. La paz que trae poder aceptar al otro, de confiar en sus capacidades, de alentarlo y de quererlo como es. La paz de cambiar el final de la parábola de los talentos en nuestra vida, ahí donde recibimos uno solo, y al ponerlo al servicio de los demás, pudimos entrar a participar de gozo del Señor. La paz de poder aceptarnos como somos, de ser quienes somos y sentirnos amados e importantes para Dios y para los demás. La paz de haber puesto al Señor como centro y anunciar que nos quiere unidos.
El silencio en la mañana, la vida del monte, los atardeceres que se escondían atrás de la capilla, el cielo estrellado. Las personas junto al bracero con el mate dulce, el pan asado y unas sillas vacías esperando que sean ocupadas por nuestra presencia. La imagen de banquete del Reino que se repetía todos los días, donde la poca comida parecía que se multiplicaba y todos quedaban saciados. Las sonrisas, las carcajadas, los cantos, los juegos, los abrazos. Los niños que durante los recreos de la escuela salían al patio y hacían las animaciones que les habíamos enseñado el día anterior. Los jóvenes con su deseo de participar, de tener un lugar en este encuentro miraban cómo jugaban los niños y esperaban ser invitados a la ronda. Los adultos que siempre estaban dispuestos a ayudar, traían leña, avivaban el fuego, ayudaban a cocinar, traían pan, compartían sus historias.
Aquellas palabras que nos sacudían el alma y nos dejaban recalculando. “No importa que sea poco, si es para compartir”; “¿Cómo está mi corazón? Feliz”; “Queremos pasar todo el tiempo que podamos con ustedes”; “Desde chico, gracias a Dios, nunca me falto nada” (decía en un rancho de barro); “Voy a rezar por ustedes, para que sus cosas salgan bien y puedan volver el año que viene”.
Todo esto nos hizo ver el rostro de Jesús, y al igual que Pedro, tuvimos la gracia de decir «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!».
Benjamín de Hertelendy
Grupo Misionero San Francisco Javier
Misión Julio 2017 – San José del Boquerón